Comisariado - Zara Fernández de Moya

Princesas: Reflejos de Damasco / Celia Sánchez

2017

La primera mujer fotógrafa de mi vida es mi madre: con ella pasaba horas en el laboratorio que teníamos en nuestra apacible casa de campo: una ampliadora enorme a mis ojos, la cálida bombilla roja, el olor ácido de las cubetas, instantes de eternidad que mi madre-maga me regalaba en silencio. Ella hacía aparecer a todos mis seres queridos, los ampliaba, los hacía pequeños, los dejaba flotando en la penumbra. Alquimia materna que da sentido a mi mirada de adulta y que me ha llevado a recorrer el mundo en busca de otras magas de la imagen. Pero, de nuevo, vuelvo a ella, la gran fotógrafa de mi vida, con la que viajé por Siria, antes de que fuera asolada por el horror en marzo de 2011.

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Muestra obra expositiva

Princesas: Reflejos de Damasco / Celia Sánchez

Café Pombo Madrid

Exposición en el Café Pombo de Madrid: Princesas: Reflejos de Damasco, por Celia Sánchez
Exposición en el Café Pombo de Madrid: Princesas: Reflejos de Damasco, por Celia Sánchez
Exposición en el Café Pombo de Madrid: Princesas: Reflejos de Damasco, por Celia Sánchez
Exposición en el Café Pombo de Madrid: Princesas: Reflejos de Damasco, por Celia Sánchez
Exposición en el Café Pombo de Madrid: Princesas: Reflejos de Damasco, por Celia Sánchez

Exposición en el Café Pombo de Madrid: Princesas: Reflejos de Damasco, por Celia Sánchez
Exposición en el Café Pombo de Madrid: Princesas: Reflejos de Damasco, por Celia Sánchez
Exposición en el Café Pombo de Madrid: Princesas: Reflejos de Damasco, por Celia Sánchez
Exposición en el Café Pombo de Madrid: Princesas: Reflejos de Damasco, por Celia Sánchez
Exposición en el Café Pombo de Madrid: Princesas: Reflejos de Damasco, por Celia Sánchez

Princesas Reflejos de Damasco

Comisaria: Zara Fernández de Moya, tu hija.

La primera mujer fotógrafa de mi vida es mi madre: con ella pasaba horas en el laboratorio que teníamos en nuestra apacible casa de campo: una ampliadora enorme a mis ojos, la cálida bombilla roja, el olor ácido de las cubetas, instantes de eternidad que mi madre-maga me regalaba en silencio. Ella hacía aparecer a todos mis seres queridos, los ampliaba, los hacía pequeños, los dejaba flotando en la penumbra. Alquimia materna que da sentido a mi mirada de adulta y que me ha llevado a recorrer el mundo en busca de otras magas de la imagen. Pero, de nuevo, vuelvo a ella, la gran fotógrafa de mi vida, con la que viajé por Siria, antes de que fuera asolada por el horror en marzo de 2011.

Mi madre, Celia, es Celia Sánchez, fotógrafa, pintora, experimentadora. Celia Sánchez trabajó durante años en la mítica revista Triunfo; colaboró con Paco Almazán en reportajes sobre célebres figuras del flamenco; brilló también con la pintura en galerías madrileñas como Égam o Décaro y ha sido fotógrafa y directora de montaje de nuestra querida y familiar Asociación MED-OCC.  

Y aquí, desde el recuerdo de Damasco, en el corazón de uno de los zocos más grandes del mundo, Celia reaparece con sus inquietantes Princesas, homenaje que nos hacemos madre e hija a través de su cámara.  Y es, con dolor, un tributo a Siria, un país amado y recorrido durante años, un país que hoy se refleja en el rostro de estos maniquíes absortos.  

Trece instantes que mi madre ha hecho aparecer en este magnífico Café Pombo, plagado también de mágicas presencias, desde donde hoy volvemos al gran zoco de Damasco.

Agradecimientos especiales a nuestro amigo David López Espada, por su cuidadosa producción; a Diego Moya, mi padre, siempre maestro cercano; y a mi querido Juan Serrat, inolvidable anfitrión como embajador en Damasco.

 

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